viernes, 27 de mayo de 2011

Ordenación sacerdotal del H. José Asdrúbal Sarmiento

Nos produce inmensa alegría comunicarles que el próximo 6 de agosto (sábado), fiesta de la Transfiguración del Señor, nuestro hermano José Asdrúbal Sarmiento Aristizábal recibirá la ordenación sacerdotal, de manos de monseñor Edgar de Jesús García, obispo de Palmira (Valle del Cauca). La solemne eucaristía tendrá lugar a las 11 a.m. en nuestra iglesia abacial.

Nuestro hermano celebrará su primera misa el domingo 7 de agosto, a las 11 a.m. Están todos cordialmente invitados a ambas celebraciones. Rogamos orar por él para que el Señor le conceda fidelidad en su vocación monástica y en su nuevo ministerio dentro de nuestra Comunidad.

jueves, 19 de mayo de 2011

Álbum fotográfico del P. Lorenzo Ferrer

Como lo habíamos prometido, presentamos una selección de fotografías del padre Lorenzo Ferrer, fallecido el pasado 4 de enero. Estas imágenes abarcan todas las etapas de su vida, desde la infancia hasta sus días finales. Agradecemos a la familia Ferrer de Espona por permitirnos hacer uso de las fotografías de infancia.








En esta fotografía, de 1926, aparece el pequeño José María Ferrer (el más pequeño de la foto), a los seis años de edad, con su abuela Constancia (sentada), su mamá Pepita (atrás, de pie), sus hermanos Ricardo y Jaime, y su tío Antonio Miquel del Solà. Sería su abuela Constancia quien más cuidaría de él, luego de la muerte de Pepita, cuando José María estaba por cumplir 15 años.














En esta fotografía, del año 1928, vemos a José María junto a sus dos hermanos mayores, Ricardo y Jaime. Tenía 8 años.

















Año 1931. José María Ferrer tenía 12 años.










Montjuïc, lugar de Barcelona donde estuvo preso José María, al igual que su hermano Ricardo, quien hizo este dibujo del campo de concentración. Los hermanos Ferrer fueron llevados allí por pertenecer a las Congregaciones Marianas, durante la Guerra Civil Española (1936-39). Los republicanos (comunistas), quienes durante esta época dominaron la mayor parte de los territorios catalanes, persiguieron toda práctica religiosa.







José María, primero a la derecha, el día de la boda de su hermano mayor, el 30 de junio de 1941. Tenía 21 años. Tres meses más tarde ingresaría al Monasterio de Montserrat.












En agosto de 1942, José María Luis Víctor, primero a la izquierda, ingresa al noviciado al tomar el hábito benedictino, y recibe el nombre de Llorenç (Lorenzo). Entre sus compañeros de noviciado se cuenta Cassià Just, tercero desde la derecha en la parte superior, quien más tarde llegaría a ser abad de Montserrat.









Entre el grupo que hizo la profesión solemne, el día 15 de agosto de 1946, se encuentra Lorenzo Ferrer, segundo desde la
derecha. De los monjes que aparecen en esta foto, sólo sobrevive el padre Marc Taxonera, el más alto del grupo.










Dos bellas fotografías del 22 de agosto de 1948, que corresponden a las procesiones de entrada y de salida de la ordenación sacerdotal de Lorenzo Ferrer y sus compañeros. Lo vemos en la primera foto como el más al alto del grupo en la parte de atrás de la procesión. En la segunda foto aparece también en la parte de atrás en el grupo de ordenados. Curiosamente, en estas fotografías aparece también uno de los fundadores de nuestra comunidad, el padre Martín Canys; en la primera foto aparece como el último monje de cogulla negra de la procesión; en la segunda foto aparece adelante en la procesión, en primer plano.










Esta fotografía corresponde a la primera misa de Lorenzo Ferrer, quizás al día siguiente de su ordenación. Lo vemos aquí casi en el centro del grupo, revestido para la celebración, en la sacristía de la Basílica de Montserrat, junto a los demás ministros.












El padre Lorenzo Ferrer fue prefecto de la Escolanía de Montserrat entre 1956 y 1961. Esta fotografía corresponde a esa época, en la que lo vemos acompañado de algunos de los chicos a su cargo. Con muchos de ellos mantuvo una sólida amistad hasta el día de su muerte.



















En el año de 1962, el abad Gabriel Brasó le encargó la dirección del Monasterio de Medellín, casa dependiente de Montserrat. El padre Lorenzo, con 42 años de edad, llegó allí como prior, acompañado del padre Bonifacio Tordera y de otros monjes y se mantuvo en el cargo hasta 1967.












El grupo de fundadores del monasterio de Santa María de la Epifanía a su llegada a Usme, el mismo día de la fundación, 5 de enero de 1968, vísperas de la solemnidad de la Epifanía del Señor. Aparecen acompañados del abad visitador Mauro Elizondo, quien está en el centro del grupo junto al prior Lorenzo Ferrer.








El padre Lorenzo Ferrer, prior de Usme (en el centro de la foto), como presidente del Encuentro Monástico Latinoamericano de Bogotá (EMLA), año 1975.
























El padre Lorenzo era amante de la pintura, la alfarería y el arte sacro. Aquí vemos dos fotografías de sus actividades artísticas. En la primera, una foto de los años 70, se aprecia al padre Ferrer modelando un cáliz. La segunda es una imagen de la cruz procesional pintada por él y que está todavía en uso en nuestras celebraciones eucarísticas.






















La comunidad de Usme, con su prior Lorenzo Ferrer en el centro. Año 1978.










El padre prior Lorenzo en el refectorio de Usme, junto a su antiguo compañero de noviciado, el padre Cassià Just, abad de Montserrat y visitador de la provincia hispánica de la Congregación Sublacense (a la q ue pertenece nuestro Monasterio).













El padre Lorenzo el día de la bendición de la primera piedra del Monasterio de Guatapé, el 11 de julio de 1995. Lo acompaña el ingeniero Pedro Nel Salazar, interventor de la obra.















En la solemnidad de la Epifanía de 1998 se cumplieron 30 años de la fundación del Monasterio. Aquí aparecen los cinco monjes fundadores acompañados del padre prior Guillermo Arboleda.










El padre Lorenzo gozó siempre de un gran sentido del humor. En esta imagen del 2 de noviembre de 2007 aparece en el centro del grupo, halando las orejas del hermano Wílinton.





















En el año 2008, el padre Lorenzo realizó su último viaje a la tierra natal. Estas fotografías, tomadas en el Monasterio, corresponden al día en que partía para Barcelona, junto a sus sobrinos Marisa y Manel (esposo de Marisa), quienes aparecen a su lado en la primera foto.





























Dos instantes de la última visita del padre
Lorenzo Ferrer a Cataluña y Mallorca: su estadía en Montserrat y una cena con su familia.


















El día 16 de noviembre de 2009 se celebró una eucaristía en acción de gracias por los 90 años de vida del padre Lorenzo, en la que participaron tanto los monjes de Guatapé como los monjes de Medellín. Durante la celebración, el padre Lorenzo hizo la renovación de sus votos monásticos.









El padre Lorenzo Ferrer falleció la noche del 4 de enero de 2011. Su sepelio tuvo lugar el día siguiente, 5 de enero, cuando se cumplían 43 años de la fundación del Monasterio.

domingo, 20 de febrero de 2011

Reseña biográfica del P. Lorenzo Ferrer

Fue el 15 de noviembre de 1919 cuando nació, en Barcelona, el tercer hijo de Ricardo Ferrer y de Josefa Miquel del Solà. Dos semanas más tarde, el 30 de noviembre, era bautizado con el nombre de José María Luis Víctor. Con el niño se completaba la familia, que ya contaba con Ricardo, de 6 años, y Jaime, de 4.

La infancia y la juventud de José María transcurrieron en su ciudad natal. Ya de niño tenía serios problemas respiratorios y su madre solía llevarlo una población cercana a curarse con aguas medicinales. También durante un tiempo vivió en una zona de campo cerca del monasterio de El Miracle (santuario mariano catalán).

No había cumplido los 15 años, cuando falleció su madre Pepita, con tan sólo 40 años. Este hecho marcó al joven José María quien quedó bajo la protección de Constancia, su abuela materna, mientras, por otro lado, la relación con su padre se hacía difícil. En efecto, don Ricardo había recibido una educación victoriana estricta de parte de su madre inglesa, y esperaba imprimir la misma educación en sus hijos; de esta forma, le disgustaban los mimos que la abuela Constancia prodigaba a José María.

En 1936 llegó la guerra. Por ser menor de edad, José María se libró de la cárcel, y durante un buen tiempo se dedicó a dar clases en la parroquia de un pueblo; pero más tarde fue apresado por los republicanos (comunistas), que estaban en el poder en Cataluña desde antes del inicio de la guerra. Estos lo confinaron al campo de concentración de Montjuïc (Barcelona). Una vez triunfaron los nacionalistas (franquistas, año 1939), fue conducido a Burgos, donde completó un año de prisión, hasta su liberación. Estos meses de prisión dejarían una honda huella en su salud, de por sí muy frágil.

Luego de la guerra, José María manifestó su deseo de hacerse monje en Montserrat. Tal deseo causó también un disgusto a su padre, que tenía unos planes bien distintos para sus hijos. Envió a su hijo a la Escuela Industrial de Tarrasa, donde ya habían estudiado los dos hijos mayores, para que allí estudiara también la contabilidad. José María iba, pero especialmente para no contrariar a don Ricardo. “Faltaba a clase a escondidas de mi padre. La contabilidad me parecía muy aburrida y a mí me gustaba más el dibujo y el arte”, comentó en una ocasión.

En octubre de 1941, ya terminados sus estudios, ingresa al Monasterio de Montserrat. En agosto del año siguiente tomó el hábito y recibió el nombre de Llorenç (Lorenzo). Hizo profesión simple el 6 de agosto de 1943 y profesión solemne el 15 de agosto de 1946. Durante esta época, quizás el hecho más importante para dom Llorenç, aparte de convertirse en monje benedictino, fue que su padre, después de muchos años de alejamiento de la fe, volvió a confesarse y comulgar. El hermano Lorenzo, en efecto, había estado orando mucho por que su padre se acercara de nuevo a la Iglesia. Era un hecho que solía relatar a sus sobrinos con emoción y agradecimiento.

El 22 de agosto de 1948, dos años después de su profesión solemne, recibió la ordenación sacerdotal. El mismo año de 1948 fue enviado a la Universidad de Lovaina (Bélgica), donde estudió Historia del Arte y de la Arqueología durante un año. Junto a él viajaba también el padre García M. Colombás, para emprender sus estudios de Historia.

A su regreso al Monasterio, ocupó durante un año el cargo de mayordomo (ecónomo) segundo. Entre 1950 y 1956 ejerció el cargo de hospedero. En 1956 fue nombrado prefecto de la Escolanía (niños cantores), puesto en el que se mantuvo hasta 1961. Finalizada esta labor, pasó a ser subprior de Montserrat, hasta el año 1962, cuando el abad Gabriel M. Brasó le encomendó la dirección del Monasterio de Medellín, todavía dependiente de Montserrat, y donde ya se hallaba un buen número de monjes catalanes y algunos aspirantes colombianos.

Acompañado del padre Bonifacio M. Tordera, quien estaba recién ordenado, y de algunos otros monjes, viajó a Colombia para asumir el cargo de prior, hasta 1967, cuando un grupo de religiosos, encabezados por el mismo padre Lorenzo, decidió partir para el sur de Bogotá, a Usme, a fundar un monasterio en una parte del terreno de la finca San Pedro que había ofrecido la comunidad de Siervas de Cristo Sacerdote para tal fin. La fundación tuvo lugar al arribo de los monjes a la finca, la tarde del 5 de enero de 1968, en las primeras vísperas de la Epifanía del Señor.

La nueva Comunidad, no dependía del Monasterio de Medellín, sino del abad visitador Mauro Elizondo, quien nombró prior al padre Lorenzo. Dos años más tarde, por razones de salud, dejó el cargo en manos del padre Martín Canys y viajó a España.

A su regreso retomó el cargo, que tendría que abandonar nuevamente en 1977, de nuevo por razones de salud. En esta ocasión lo reemplazó el hermano Juan Londoño, hasta 1980, en que dom Lorenzo regresó a Colombia para seguir al frente de la Comunidad. No fue hasta finales de 1990 que renunció definitivamente al cargo de prior. Fue en ese momento que el Capítulo del Monasterio eligió como nuevo prior al por entonces maestro de novicios, el padre Guillermo Arboleda, quien se posesionó en febrero de 1991.

Desde su fundación y bajo la dirección del padre Ferrer, Usme se convirtió en un referente de vida espiritual para la Arquidiócesis de Bogotá. Afluían constantemente grupos de religiosos y laicos, de todas las corrientes ideológicas y aun de otras confesiones religiosas. Eran los tiempos del posconcilio y se buscaba una nueva identidad en todas las actividades de la pastoral y la espiritualidad católicas. El padre Lorenzo y los fundadores quisieron ofrecer un estilo de vida contemplativa simple en el espíritu de la Regla de San Benito y según las exigencias de los tiempos; el padre Lorenzo fue invitado con frecuencia a dar charlas y conferencias sobre temas diversos, tanto al clero diocesano como a distintas comunidades religiosas y centros de formación.

Si bien la Comunidad fue creciendo lentamente, ya en 1987, siendo todavía visitador el abad Elizondo, Santa María de la Epifanía obtuvo la independencia. Tras este paso, el Capítulo del Monasterio reeligió a dom Ferrer, quien conservó el cargo cuatro años más.

Luego de entregar el cargo de prior al padre Arboleda en 1991, como ya se había señalado, el padre Lorenzo viajó a España, donde permaneció un año. A partir de su regreso, en 1992, se dedicó principalmente a la dirección espiritual y, por ratos, a la pintura y a la fotografía, actividades a las que siempre fue aficionado; siguió también torneando cálices y patenas en madera.

Como director espiritual, fueron muchas las personas, laicos y religiosos, que solicitaron su consejo. Admiraba en él su comprensión de la naturaleza humana y su deseo de mostrar siempre el rostro misericordioso de Dios. A todos los que dirigía les solía hablar con mucha franqueza, aunque fuera doloroso, pero lo hacía con la certeza de que la verdad traería la salud a la persona a quien se dirigía. Fueron muchas las personas que se confiaron a él, aunque fuera por correspondencia, que contestaba puntualmente mientras se mantuvo con fuerzas para hacerlo.

Lo más notorio de su carácter era su sentido del humor tan fino, que mantuvo aun durante su prolongada enfermedad. Gracias a ello, sabía hacer amenas las conversaciones, pues tenía además el don de saber contar chistes, cuyo repertorio era amplísimo.

Era ejemplar su amor por el Oficio Divino, especialmente por las Vigilias, a las que asistía con toda puntualidad. “Es la hora más contemplativa del día”, solía repetir. En los últimos años, cuando ya era difícil para él el ejercicio de vestirse, se ponía en pie desde las 3 y media de la mañana para poder estar a tiempo en la oración. Al punto que en más de una ocasión se confundió hasta levantarse a las 2:30 y bajar a la capilla una hora antes de la hora prevista. Entonces, al notar su error, y como le era difícil subir y bajar escaleras, se sentaba solo en el coro, oraba y repasaba las lecturas bíblicas y patrísticas del día, hasta que llegaban los demás hermanos para la oración común. Al notar sus dificultades y preocupado por su salud, el padre Abad le sugirió alguna vez que no volviera a Vigilias, no fuera a enfermarse. “Por favor, padre, no me quite lo que más me gusta”, fue su única respuesta.

Solíamos reír de la anécdota que contaba, de que cuando era niño los médicos le habían dicho que no pasaría de los 50 años. Vivió cuarenta y un años de más. Sufría del corazón y su sistema respiratorio era muy delicado. En 2008, durante su último viaje a España, los médicos le hallaron un principio de cáncer en la piel de la cara, que le fue extirpado quirúrgicamente. Además padeció de una artritis que le causó alguna deformidad en las manos y principalmente en los dedos de los pies. A pesar de eso, siempre se negó a trasladarse a una celda de la planta baja, pues consideraba que subir y bajar escaleras era el único ejercicio que podía hacer y que lo mantenía activo.

Sin embargo, a partir de agosto de 2009 el dolor en los pies lo obligó a recurrir a la silla de ruedas para desplazarse por el Monasterio. Sólo caminaba en su celda. Y este hecho lo fue reduciendo poco a poco a quedarse en la cama y bajar solamente a las eucaristías de los sábados y domingos, primero por sus propios pies, pero en los meses más recientes, el hermano Carlos, quien en sus últimos años lo acompañó como enfermero, lo llevaba en brazos hasta la silla de ruedas que lo esperaba en el primer piso.

Fue perdiendo poco a poco la capacidad de moverse solo, aún en el ámbito de su celda, lo que obligaba a sus asistentes a estar pendientes de sus intentos por movilizarse. Bastó un momento de soledad para que uno de estos intentos por caminar solo le causara un accidente. Fue el 11 de noviembre de 2010, mientras la Comunidad almorzaba, cuando sufrió una caída que le fracturó el fémur. Faltaban cuatro días para que cumpliera 91 años. Estuvo casi quince días en el Hospital de Rionegro, donde los médicos descartaron una operación, debido a su avanzada osteoporosis. A eso se sumaba una neumonía que lo aquejaba desde hacía algunos meses y que no fue posible desaparecer del todo.

Su declive se prolongó por un mes y medio, hasta el 4 de enero de 2011 en que falleció, hacia las 22:05. Durante los últimos tres o cuatro días, al ser evidente que ya se acercaba el desenlace, toda la Comunidad se volcó día y noche a acompañarlo y había constantemente por lo menos dos o tres hermanos a su alrededor. Algunos rezaban los salmos, otros le cantaban o le ponían el disco de la Escolanía cantando el Virolai (canción catalana dedicada a la Virgen de Montserrat). Le gustaba también que le cantáramos su salmo favorito, el 121: «¡Qué alegría cuando me dijeron: “Vamos a la casa del Señor”!».

A sus exequias asistieron numerosas personas, entre amigos del Monasterio y también cercanos al padre Lorenzo. Incluso desde Bogotá vinieron amigos de la Comunidad. Había además muchos curiosos que llegaron por casualidad. Su sepultura tuvo lugar luego de la Eucaristía, en el mismo cementerio del Monasterio. “En aquel lugar —decía el abad de Montserrat, José María Soler, en los funerales que, en memoria de dom Ferrer, se celebraron veinte días más tarde en el monasterio catalán—, evocador del jardín del país de la vida, su sepultura podrá convertirse en semilla de fecundidad monástica y testimonio de seguimiento de Jesucristo por el camino del Evangelio”.

miércoles, 5 de enero de 2011

Pascua del padre Lorenzo M. Ferrer

PAX

Nuestro Hermano

Padre Lorenzo M. (José María) Ferrer i Miquel del Solà

Ha regresado a la casa del Padre Celestial


Nació en Barcelona (España) el 15 de noviembre de 1919

Ingresó a la Abadía de Montserrat el 25 de octubre de 1941

Profesó por primera vez el 6 de agosto de 1943

Profesó solemnemente el 15 de agosto de 1946

Fue ordenado sacerdote el 22 de agosto de 1948

En el año de 1962 fue nombrado como prior del Monasterio de Medellín (Colombia), cargo que ocupó hasta 1967. Dirigió el grupo de fundadores que, el 5 de enero de 1968, llegó hasta Usme (Bogotá) para fundar el Monasterio de Santa María de la Epifanía. Fue prior de esta comunidad desde su fundación hasta 1991, con excepción de dos intervalos (1970-1972; 1977-1980), en los que cedió el cargo por razones de salud. Desde 1991 se dedicó principalmente a la dirección espiritual.

Falleció el martes 4 de enero, hacia las 22:05, debido principalmente a problemas respiratorios.

Sus exequias tendrán lugar hoy, miércoles 5 de enero de 2011, a las 3 p.m., en nuestra iglesia monástica.

Próximamente ofreceremos una reseña más amplia sobre su vida.

Orad por él.

Los Monjes de Guatapé

jueves, 16 de diciembre de 2010

¡Llegó Navidad!


Los Monjes Benedictinos de Guatapé les desean una buena Navidad, llena de la presencia de Dios,
y un año 2011 colmado de bendiciones para todos.


(Fotografía del claustro del Monasterio iluminado con faroles, la noche del 7 de diciembre de 2010)

jueves, 2 de septiembre de 2010

Homilía durante la profesión del Hno. Jorge Iván Rendón

Transcribimos el texto de la homilía pronunciada por el padre abad Guillermo Arboleda, en la Eucaristía de la profesión solemne del hermano Jorge Iván Rendón, el pasado 14 de agosto.

Lecturas de la Feria:
Ez 18,1-10.13b.30-32
Sal 51(50), 12-13.14-15.18-19. R/ 12ª
Mt 19, 13-15

“Oh Dios, crea en mí un corazón puro” hemos cantado con el salmista; “Oh Dios, crea en mí un corazón puro” es la súplica de nuestro hermano Jorge Iván hoy, súplica que hace eco a la oración y al gran deseo de todos los monjes desde antiguo. El deseo de Dios los empujó al desierto, y la palabra de Jesús dio el sentido a su ascesis en la búsqueda de la pureza de corazón: "Bienaventurados los limpios de corazón, porque ellos verán a Dios”.

Corazón puro, abierto al amor de Dios, confiado filialmente, unificado en el deseo de Dios y la búsqueda de su Reino, sin idolatrías; corazón puro, corazón fiel. Por ello se fatigaron nuestros padres en la vida monástica, lo dejaron todo y fueron con Jesús al desierto.

“Haceos un corazón y un espíritu nuevo” dice el Señor a Israel por medio del profeta Ezequiel. “El Justo vivirá”, asegura; “convertíos y vivid”, invita a su pueblo que se ha prostituido yéndose tras otros dioses. ¿Acaso puede el hombre por sí mismo realizar tal cambio? ¿Podrá Israel hacerse un corazón y un espíritu nuevo, habiendo constatado hasta la saciedad a lo largo de su historia su fragilidad, su inconsistencia? De ninguna manera. Tarea imposible para el hombre. Por eso el mismo Señor promete una nueva alianza: pondré mi ley en su interior, la escribiré en sus corazones (Jer 31). Y lo ha realizado por su Hijo Jesucristo. La nueva creación es ya una realidad, por la pascua del Señor; el Espíritu mismo de Dios habita en el corazón del hombre; con corazón nuevo podemos acercarnos confiados al trono de la gracia y decir a Dios: Abba, Padre.

Hombres nuevos, sí, recreados en el Hijo, por el Espíritu, y gratuitamente. Pero la llamada de Jesús a la conversión, para gozar la abundancia de vida que Él ofrece, persiste. Convertíos y vivid. La conversión es seguimiento, acercamiento a Jesús con nuestra pobreza y fragilidad, con la infidelidad e inconsistencia que compartimos con el Israel de antiguo. Confiados, seguros de encontrar vida en abundancia, porque Él ha dicho que de los pobres es El Reino. El relato de los niños que le son presentados, proclamado en el texto evangélico, es eco de esta primera bienaventuranza. Los niños pertenecían al grupo de los excluidos en la sociedad judía de entonces. Más que exaltar unas virtudes especiales en los niños, Jesús afirma que de los que son como ellos es el Reino, porque el Reino es de los pobres, de los frágiles y vulnerables, de los excluidos. Atendiendo a lo que piden quienes los presentan, Jesús impone las manos y ora sobre ellos, esto es: les comunica su vida y la fuerza de su Espíritu e invoca sobre ellos el nombre del Padre, los acoge bondadosamente revelándoles su identidad de hijos. Corazón y espíritu nuevo, don gratuito del Señor.

“Oh Dios, crea en mi un corazón puro” ora nuestro hermano Jorge Iván hoy al Señor. Humilde y confiado ratifica la palabra pronunciada en su primera profesión hace cuatro años, prometiendo, esta vez para toda la vida, vivir como monje. Al final de la fórmula que leerá dice que escribió de su propia mano la petición. Confiado promete, pero su promesa es petición al Señor para que Él realice su buen deseo. El deseo de Dios lo ha traído al desierto, al monasterio. Con los hermanos de esta comunidad camina por la senda de la humildad, guiado por el Evangelio y animado por el ejemplo y la enseñanza de san Benito. El itinerario de la humildad es el camino de conversión que el Señor nos propone a los monjes. Asumiendo confiados y en paz nuestra fragilidad, dóciles al Espíritu, abrimos nuestro corazón a la purificación que Él obra en nosotros por su Palabra vivificadora. Nuestro hermano conoce muy bien su fragilidad, y todos sabemos cómo ha debido asumirla, y por eso, confiado, postrado en medio de esta asamblea, se dispone para que el Señor pronuncie sobre él la palabra que ya le dijo en su bautismo: Tú eres mi hijo, y su Espíritu configure su corazón con el carisma monástico, en el único deseo de Dios, para la santidad y la vida de la Iglesia, pues ha de ser signo del vivir solo para Dios, de la vida en el Espíritu a la que estamos llamados todos los hijos e hijas de Dios.

Como los niños, frágiles, excluidos y vulnerables, fueron presentados a Jesús y Él los acogió, esta comunidad cristiana unida en oración presenta este hermano al Padre y pide que lo consagre para sí, y el Señor bondadoso pone su mano sobre él y por su palabra creadora lo renueva con espíritu firme y acrecienta en él el gozo de la salvación, como lo hemos suplicado con el salmista.

Hermano Jorge Iván, fiel en el seguimiento de Jesús, por el progreso en la vida monástica y en la fe, como nos dice san Benito, con corazón dilatado correrás con inenarrable dulzura de caridad por el camino de los mandamientos de Dios. El Señor que te ha llamado lo está realizando y llevará su obra a término. Basta que sigas apoyando tus frágiles miembros en tus hermanos, con los que haces hoy también alianza de amor en el Señor, y podrás mantenerte en pie, fiel en la alabanza, y, como san Benito, entregar tu espíritu entre palabras de oración, en la intercesión por los hermanos del mundo entero hasta el final.

Que tu oración siga siendo pues la que has tomado del salmo 118 y que nos has compartido en tu invitación para esta celebración:

“Enséñame a cumplir tu voluntad
y a guardarla de todo corazón,
guíame por la senda de tus mandatos,
porque ella es mi gozo”.
(Sal 118,34-35)


Amén.

viernes, 30 de julio de 2010

Profesión monástica solemne del Hno. Jorge Iván Rendón



En la eucaristía del sábado 14 de agosto del presente año, a las 11 a.m., nuestro hermano Jorge Iván Rendón emitió sus votos solemnes. Por m
edio de estos votos el hermano se ha consagrado como monje benedictino, para toda la vida, en esta comunidad de Santa María de la Epifanía.

En la foto, aparece nuestro hermano acompañado por su señora madre, luego de finalizada la eucaristía.






La eucaristía contó con gran participación de amigos y familiares de Jorge Iván
y del Monasterio, que colmaron la capilla como en las grandes fiestas. En la foto de la derecha, aparece nuestro hermano mientras es examinado por el Padre Abad acerca de su intención de consagrarse para siempre al Señor en el camino monástico.










Terminado el examen, toda la asamblea pi
dió a la Virgen y a los santos su intercesión por Jorge Iván, para que el Señor lo ayude a completar y ser fiel en su consagración.











Luego de las letanías, nuestro h
ermano lee la cédula de profesión, escrita de propia mano, en la que plasma su intención de comprometerse de por vida a permanecer de forma estable en nuestro Monasterio, a llevar vida monástica y a obedecer al Padre Abad y a los hermanos, en el amor de Jesucristo.











Habiendo leído y firmado la cédula, el hermano Jorge Iván canta el verso "Recíbeme, Señor, según tu promesa, y viviré; que no quede confundido en mi esperanza" (Sal 118, 116), acompañado de todos los monjes.













Todos los monjes de votos solemnes se preparan para imponer las manos a Jorge Iván, invocando sobre él la efusión del Espíritu Santo para que lo consagre como monje benedictino. En la foto aparecen en primer plano junto a Jorge Iván: el hermano Fabio (del Monasterio de Tibatí, Bogotá), y los hermanos Luis Fernando, John Jairo y Saúl.














El Padre Abad impone al hermano la cogulla negra, que lo distingue en la liturgia como monje de votos solemnes.












Mediante la entrega del Libro de los Salmos o salterio, el padre Guillermo encarga al hermano Jorge Iván el ministerio de la oración, labor principal del monje. El salterio que recibe el hermano lleva las firmas de todos los miembros de la comunidad.









Por último, todos los hermanos, comenzando por el Abad, abrazan al neoprofeso en señal de acogida como nuevo consagrado al servicio de la casa de Dios.










Pedimos nuevamente a todos nuestros amigos y allegados sus oraciones por Jorge Iván, para que e
l Señor lo asista con la fidelidad y la perseverancia en su vocación monástica.