jueves, 16 de diciembre de 2010

¡Llegó Navidad!


Los Monjes Benedictinos de Guatapé les desean una buena Navidad, llena de la presencia de Dios,
y un año 2011 colmado de bendiciones para todos.


(Fotografía del claustro del Monasterio iluminado con faroles, la noche del 7 de diciembre de 2010)

jueves, 2 de septiembre de 2010

Homilía durante la profesión del Hno. Jorge Iván Rendón

Transcribimos el texto de la homilía pronunciada por el padre abad Guillermo Arboleda, en la Eucaristía de la profesión solemne del hermano Jorge Iván Rendón, el pasado 14 de agosto.

Lecturas de la Feria:
Ez 18,1-10.13b.30-32
Sal 51(50), 12-13.14-15.18-19. R/ 12ª
Mt 19, 13-15

“Oh Dios, crea en mí un corazón puro” hemos cantado con el salmista; “Oh Dios, crea en mí un corazón puro” es la súplica de nuestro hermano Jorge Iván hoy, súplica que hace eco a la oración y al gran deseo de todos los monjes desde antiguo. El deseo de Dios los empujó al desierto, y la palabra de Jesús dio el sentido a su ascesis en la búsqueda de la pureza de corazón: "Bienaventurados los limpios de corazón, porque ellos verán a Dios”.

Corazón puro, abierto al amor de Dios, confiado filialmente, unificado en el deseo de Dios y la búsqueda de su Reino, sin idolatrías; corazón puro, corazón fiel. Por ello se fatigaron nuestros padres en la vida monástica, lo dejaron todo y fueron con Jesús al desierto.

“Haceos un corazón y un espíritu nuevo” dice el Señor a Israel por medio del profeta Ezequiel. “El Justo vivirá”, asegura; “convertíos y vivid”, invita a su pueblo que se ha prostituido yéndose tras otros dioses. ¿Acaso puede el hombre por sí mismo realizar tal cambio? ¿Podrá Israel hacerse un corazón y un espíritu nuevo, habiendo constatado hasta la saciedad a lo largo de su historia su fragilidad, su inconsistencia? De ninguna manera. Tarea imposible para el hombre. Por eso el mismo Señor promete una nueva alianza: pondré mi ley en su interior, la escribiré en sus corazones (Jer 31). Y lo ha realizado por su Hijo Jesucristo. La nueva creación es ya una realidad, por la pascua del Señor; el Espíritu mismo de Dios habita en el corazón del hombre; con corazón nuevo podemos acercarnos confiados al trono de la gracia y decir a Dios: Abba, Padre.

Hombres nuevos, sí, recreados en el Hijo, por el Espíritu, y gratuitamente. Pero la llamada de Jesús a la conversión, para gozar la abundancia de vida que Él ofrece, persiste. Convertíos y vivid. La conversión es seguimiento, acercamiento a Jesús con nuestra pobreza y fragilidad, con la infidelidad e inconsistencia que compartimos con el Israel de antiguo. Confiados, seguros de encontrar vida en abundancia, porque Él ha dicho que de los pobres es El Reino. El relato de los niños que le son presentados, proclamado en el texto evangélico, es eco de esta primera bienaventuranza. Los niños pertenecían al grupo de los excluidos en la sociedad judía de entonces. Más que exaltar unas virtudes especiales en los niños, Jesús afirma que de los que son como ellos es el Reino, porque el Reino es de los pobres, de los frágiles y vulnerables, de los excluidos. Atendiendo a lo que piden quienes los presentan, Jesús impone las manos y ora sobre ellos, esto es: les comunica su vida y la fuerza de su Espíritu e invoca sobre ellos el nombre del Padre, los acoge bondadosamente revelándoles su identidad de hijos. Corazón y espíritu nuevo, don gratuito del Señor.

“Oh Dios, crea en mi un corazón puro” ora nuestro hermano Jorge Iván hoy al Señor. Humilde y confiado ratifica la palabra pronunciada en su primera profesión hace cuatro años, prometiendo, esta vez para toda la vida, vivir como monje. Al final de la fórmula que leerá dice que escribió de su propia mano la petición. Confiado promete, pero su promesa es petición al Señor para que Él realice su buen deseo. El deseo de Dios lo ha traído al desierto, al monasterio. Con los hermanos de esta comunidad camina por la senda de la humildad, guiado por el Evangelio y animado por el ejemplo y la enseñanza de san Benito. El itinerario de la humildad es el camino de conversión que el Señor nos propone a los monjes. Asumiendo confiados y en paz nuestra fragilidad, dóciles al Espíritu, abrimos nuestro corazón a la purificación que Él obra en nosotros por su Palabra vivificadora. Nuestro hermano conoce muy bien su fragilidad, y todos sabemos cómo ha debido asumirla, y por eso, confiado, postrado en medio de esta asamblea, se dispone para que el Señor pronuncie sobre él la palabra que ya le dijo en su bautismo: Tú eres mi hijo, y su Espíritu configure su corazón con el carisma monástico, en el único deseo de Dios, para la santidad y la vida de la Iglesia, pues ha de ser signo del vivir solo para Dios, de la vida en el Espíritu a la que estamos llamados todos los hijos e hijas de Dios.

Como los niños, frágiles, excluidos y vulnerables, fueron presentados a Jesús y Él los acogió, esta comunidad cristiana unida en oración presenta este hermano al Padre y pide que lo consagre para sí, y el Señor bondadoso pone su mano sobre él y por su palabra creadora lo renueva con espíritu firme y acrecienta en él el gozo de la salvación, como lo hemos suplicado con el salmista.

Hermano Jorge Iván, fiel en el seguimiento de Jesús, por el progreso en la vida monástica y en la fe, como nos dice san Benito, con corazón dilatado correrás con inenarrable dulzura de caridad por el camino de los mandamientos de Dios. El Señor que te ha llamado lo está realizando y llevará su obra a término. Basta que sigas apoyando tus frágiles miembros en tus hermanos, con los que haces hoy también alianza de amor en el Señor, y podrás mantenerte en pie, fiel en la alabanza, y, como san Benito, entregar tu espíritu entre palabras de oración, en la intercesión por los hermanos del mundo entero hasta el final.

Que tu oración siga siendo pues la que has tomado del salmo 118 y que nos has compartido en tu invitación para esta celebración:

“Enséñame a cumplir tu voluntad
y a guardarla de todo corazón,
guíame por la senda de tus mandatos,
porque ella es mi gozo”.
(Sal 118,34-35)


Amén.

viernes, 30 de julio de 2010

Profesión monástica solemne del Hno. Jorge Iván Rendón



En la eucaristía del sábado 14 de agosto del presente año, a las 11 a.m., nuestro hermano Jorge Iván Rendón emitió sus votos solemnes. Por m
edio de estos votos el hermano se ha consagrado como monje benedictino, para toda la vida, en esta comunidad de Santa María de la Epifanía.

En la foto, aparece nuestro hermano acompañado por su señora madre, luego de finalizada la eucaristía.






La eucaristía contó con gran participación de amigos y familiares de Jorge Iván
y del Monasterio, que colmaron la capilla como en las grandes fiestas. En la foto de la derecha, aparece nuestro hermano mientras es examinado por el Padre Abad acerca de su intención de consagrarse para siempre al Señor en el camino monástico.










Terminado el examen, toda la asamblea pi
dió a la Virgen y a los santos su intercesión por Jorge Iván, para que el Señor lo ayude a completar y ser fiel en su consagración.











Luego de las letanías, nuestro h
ermano lee la cédula de profesión, escrita de propia mano, en la que plasma su intención de comprometerse de por vida a permanecer de forma estable en nuestro Monasterio, a llevar vida monástica y a obedecer al Padre Abad y a los hermanos, en el amor de Jesucristo.











Habiendo leído y firmado la cédula, el hermano Jorge Iván canta el verso "Recíbeme, Señor, según tu promesa, y viviré; que no quede confundido en mi esperanza" (Sal 118, 116), acompañado de todos los monjes.













Todos los monjes de votos solemnes se preparan para imponer las manos a Jorge Iván, invocando sobre él la efusión del Espíritu Santo para que lo consagre como monje benedictino. En la foto aparecen en primer plano junto a Jorge Iván: el hermano Fabio (del Monasterio de Tibatí, Bogotá), y los hermanos Luis Fernando, John Jairo y Saúl.














El Padre Abad impone al hermano la cogulla negra, que lo distingue en la liturgia como monje de votos solemnes.












Mediante la entrega del Libro de los Salmos o salterio, el padre Guillermo encarga al hermano Jorge Iván el ministerio de la oración, labor principal del monje. El salterio que recibe el hermano lleva las firmas de todos los miembros de la comunidad.









Por último, todos los hermanos, comenzando por el Abad, abrazan al neoprofeso en señal de acogida como nuevo consagrado al servicio de la casa de Dios.










Pedimos nuevamente a todos nuestros amigos y allegados sus oraciones por Jorge Iván, para que e
l Señor lo asista con la fidelidad y la perseverancia en su vocación monástica.

Homilía durante la profesión del Hno. Luis Fernando Cardona


Reproducimos a continuación la homilía pronunciada por el padre abad Guillermo Arboleda, durante la eucaristía del sábado 24 de julio de 2010, en la cual emitió sus votos solemnes el Hno. Luis Fernando Cardona López.



Lecturas de la feria:
Jer 7,1-11

Sal 84(83)

Mt 13, 24-30


“Qué deseables son tus moradas, Señor del universo/ mi alma se consume y anhela los atrios del Señor/ Mi corazón y mi carne retozan por el Dios vivo”. Es la palabra que el Señor pone en nuestros labios y nuestro corazón en esta sagrada liturgia, y muy especialmente las canta hoy nuestro Hno. Luis Fernando, a quien el deseo ardiente de Dios, que el mismo Espíritu sembró en su corazón, puso en camino, en el seguimiento de Jesús, y por eso hoy se entrega confiado a su Señor para que Él lo consagre para sí y le haga “gozar días felices” en su casa, en este monasterio de Santa María de la Epifanía. Por eso cantamos: “Dichosos los que viven en tu casa alabándote siempre./ Dichosos los que encuentran en ti su fuerza al preparar su peregrinación/. Caminan de baluarte en baluarte”.

Esta confianza alegre en el Señor es la que nos ha testimoniado Luis Fernando cuando nos invitaba a orar por él antes de su profesión, proclamando con el salmista: “Nada temo porque tú vas conmigo, tu vara y tu cayado me sosiegan”.

Confiado en la misericordia de Dios, Luis Fernando ratifica hoy la palabra pronunciada hace cuatro años en su profesión monástica temporal: promete vivir como monje en la Iglesia, según la Regla de Nuestro Padre San Benito, pero no ya por tiempo limitado sino para toda la vida.

Y el Señor, por medio de la Iglesia, de esta comunidad monástica, acepta sus votos, y con la efusión de su Espíritu Santo renueva en él la consagración bautismal, vuelve a decir a su corazón: “Tú eres mi hijo”, y lo sella con el carisma monástico que Él mismo suscitó para la santidad y la vida de su Iglesia, para que como monje sea solo de Dios y enteramente para sus hermanos, al servicio de la comunidad eclesial, por su ministerio de oración.

Celebramos pues una alianza de amor. Luis Fernando pronuncia una palabra confiada que compromete su vida para siempre, y el Señor lo acoge y pronuncia sobre él su palabra eficaz consagrándolo monje para su servicio.

Nosotros, cuerpo de Cristo, elevaremos confiados la oración consecratoria. Quien lo consagra es el mismo Dios; la Iglesia pide este don y Él lo realiza.

El Señor que lo llamó a seguirlo por el camino monástico, lo toma para sí y con el don de su Espíritu lo capacita para responderle viviendo la vida propia de los monjes. Así podrá nuestro hermano Luis Fernando, con todos los monjes y monjas de la Iglesia anunciar, desde el silencio y la soledad, en la vida fraterna, la oración y la escucha, el trabajo y la acogida, la palabra que tiene que proclamar la vida monástica: “SABED QUE EL SEÑOR ES DIOS, QUE ÉL NOS HIZO Y SOMOS SUYOS”.

Esta es la palabra que dirige el Señor a esta asamblea, en la persona misma del monje que consagra para sí: “Sabed que el Señor es Dios, que Él nos hizo y somos suyos”. Y por eso la llamada a la conversión, a una vida coherente con nuestra condición de pueblo elegido y amado, que el Señor nos hace por el profeta Jeremías, resuena hoy con especial intensidad. Es nuestra vida en justicia y caridad la que tiene que manifestar la elección de la que hemos sido objeto por parte de Dios, siempre en la vigilancia ante la tentación de “quemar incienso a Baal”, de irnos tras otros dioses.

“Escucha, Israel, el Señor nuestro Dios es uno, amarás al Señor tu Dios con todo el corazón, con toda el alma, con todas las fuerzas, y amarás a tu prójimo como a ti mismo”.

Vigilantes, sí, porque somos conscientes de nuestra fragilidad; porque el mal brota en nuestra vida como la cizaña que quiere ahogar el don de Dios sembrado por el Espíritu. Pero la palabra de Jesús en la parábola que hemos escuchado, nos asegura, como dirá san Pablo, que “la paciencia de Dios nos empuja a la conversión”, y que el Reino de Dios es realidad ya operante en nuestra historia; el Señor recogerá su fruto en nosotros. Esta es nuestra esperanza, esta es la esperanza de nuestro hermano Luis Fernando que hoy se une en alianza de amor con esta comunidad de hermanos, para hacer juntos este camino de conversión que es la vida monástica, sosteniéndonos unos a otros en nuestra fragilidad, sin anteponer nada al Señor Jesucristo, el verdadero rey para el cual militamos, el cual ha de llevarnos juntos a la vida eterna. Amén.

sábado, 17 de julio de 2010

Profesión monástica solemne del Hno. Luis Fernando Cardona

El pasado sábado 24 de julio, memoria de san Sarbelio Makhluf, nuestro hermano Luis Fernando Cardona López hizo su profesión monástica solemne, paso que significa el compromiso definitivo de Luis Fernando en su camino monástico y la decisión de permanecer hasta la muerte en el monasterio, en medio de nuestra comunidad.

La eucaristía durante la cual el hermano Luis Fernando emitió los votos tuvo lugar a las 11 de la mañana, con la asistencia de familiares y amigos, tanto del profeso como del Monasterio. Es de resaltar también la presencia de monseñor Édgar de Jesús García, obispo de Palmira. En la fotografía de la parte superior aparece Luis Fernando, acompañado de su señora madre y del padre Lorenzo Ferrer, momentos antes de iniciar la celebración.





En el rito de la profesión propiamente dicho, una vez terminada la homilía, el Padre Abad interroga al hermano sobre su intención de consagrarse como monje benedictino y de vivir, por el resto de su vida, en la comunidad de Santa María de la Epifanía, con la ayuda de Dios y de los hermanos.









Luego, mediante las letanías, se pide la intercesión de María y de los santos, para que acompañen e intercedan por el hermano en su ánimo de consagrarse para siempre a Dios.









Enseguida, el hermano hace la lectura de la cédula de profesión (foto izquierda), en la que consta su compromiso voluntario y que luego firma con su propia mano, enseñándola después a todos los miembros de la Comunidad de monjes. Acto seguido, entona por tres veces el verso tomado del salmo 118: "Recíbeme, Señor, según tu promesa, y viviré. Que no quede confundido en mi esperanza" (foto derecha), acompañado por la asamblea. Es este uno de los momentos más emotivos del rito de consagración.



Terminado el canto del verso, mientras el hermano está postrado en tierra, el Abad hace la oración de consagración, que constituye la parte más importante del rito, pues en ella se hace una evocación de los grandes profetas y de su papel en la Historia de la Salvación, hasta llegar a María, la madre del Señor; luego se pide a Dios la efusión del Espíritu Santo sobre el profesando para que lo consagre como monje. En este momento, todos los monjes de votos solemnes imponen también las manos sobre el hermano.









Ya finalizada la consagración, el Abad firma también la cédula de profesión del hermano como señal de que su ofrenda ha sido aceptada, y procede a imponerle la cogulla negra, que es el distintivo de los monjes que ya han sido consagrados de por vida mediante los votos solemnes.









Como signo del ministerio de la oración que se le encomienda como monje, el hermano recibe del Padre Abad el Salterio o Libro de los Salmos













Finalmente, en señal de acogida, los monjes de la Comunidad y los monjes de los monasterios hermanos que están presentes en la celebración abrazamos al neoprofeso, mientras se entona el salmo 132 "Ved, qué dulzura, qué delicia, convivir los hermanos unidos".




Rogamos a todos los amigos y con
ocidos orar por nuestro hermano Luis Fernando, para que el Señor le dé las fuerzas para permanecer fiel a su consagración monástica.

Ordenación diaconal del Hno. José Asdrúbal Sarmiento


El pasado 24 de abril, nuestro hermano José Asdrúbal Sarmiento Aristizábal recibió la ordenación diaconal de manos de monseñor Edgar de Jesús García, entonces obispo de Montelíbano (Córdoba), y recientemente nombrado por el papa Benedicto XVI como obispo de Palmira (Valle del Cauca).

La celebración eucarística tuvo lugar a las 11 am en la capilla del Monasterio, con la presencia de toda nuestra comunidad, monjes de otros monasterios hermanos, familiares del hermano José Asdrúbal y numerosos amigos que nos acompañaron en este día de fiesta.

En la fotografía aparece el ordenado, acompañado por el abad del Monasterio, P. Guillermo Arboleda, y por el obispo ordenante, monseñor Edgar García.

lunes, 5 de julio de 2010

Homilía Vigilia Pascual 2010

Este es un resumen de la homilía que ofreció el padre abad Guillermo Arboleda, en el transcurso de la celebración de la Vigilia Pascual del año 2010.

El himno del capítulo primero de la Carta a los Efesios expresa muy bien lo que esta noche canta la Iglesia a su Señor:

“BENDITO SEA DIOS, PADRE DE NUESTRO SEÑOR JESUCRISTO QUE NOS HA BENDECIDO EN LA PERSONA DE CRISTO CON TODA CLASE DE BIENES ESPIRITUALES Y CELESTIALES”.

En el Pregón Pascual escuchamos con insistencia la expresión ESTA ES LA NOCHE: Sí, esta es la noche en la que por esta sagrada liturgia entramos en el eterno hoy de Dios.

Esta es la noche luminosa en la que el Dios de la luz y de la vida disipó las tinieblas y venció la muerte.

Esta noche somos humanidad creada y recreada; Dios mira complacido su obra. Su gran obra culminada: el hombre y la mujer, sus hijos, recreados en el Hijo, vencedor de la muerte.

“Cuántas son tus obras, Señor, y todas las hiciste con sabiduría”. Bendice alma mía al Señor.


¡Bendigamos al Señor!

Sí, alabemos al Señor porque las bendiciones prometidas a Abraham, de quien somos estirpe en la fe, por su obediencia, se derraman generosas sobre nosotros, por Jesucristo el Señor, que es también de la misma descendencia de Abraham.

Esta es la noche santa en la que con Israel liberado de la esclavitud de Egipto vemos el brazo poderoso del Señor que nos levanta como nueva humanidad con Cristo resucitado de la muerte.
“Cantemos al Señor, sublime es su victoria”

Esta es la noche de nuestros desposorios. El que nos hizo nos toma por esposa. Él es nuestro Dios y nosotros somos su pueblo, hijos suyos, discípulos del Señor, gozando de su paz y consolidados en la justicia.
“Te ensalzamos Señor porque nos has librado”

Esta es la noche santa de la nueva y eterna alianza en que se cumplen las amorosas y fieles promesas hechas a David, en uno de su linaje, en Jesucristo resucitado de entre los muertos.
“El Señor es mi Dios y mi Salvador, confiaré y no temeré”

Esta es la noche en la que Cristo vencedor de la muerte nos abre el oído, effetá, ¡ábrete!, y nos revela por su Espíritu la ciencia de Dios. Felices somos, Israel, pues lo que agrada al Señor se nos ha revelado.
“Señor, tú tienes palabras de vida eterna”

Esta es la noche en que Dios revela su nombre a las naciones por medio de sus hijos, de nosotros, santificados por el Espíritu que resucitó a Jesús de entre los muertos. Congregados de todos los pueblos, lavados con el agua pura del bautismo, recibimos un corazón nuevo en el que el Padre infunde su mismo Espíritu. Comprendamos, pues, que nuestra vieja condición ha sido crucificada con Cristo.
“Hemos muerto al pecado y vivimos para Dios en Cristo Jesús Señor nuestro”

Esta es la noche en la que por toda la tierra, los que confiesan su fe en Cristo son arrancados de los vicios del mundo y de la oscuridad del pecado, son restituidos a la gracia y son agregados a los santos.
“Y así esta noche santa ahuyenta los pecados, lava las culpas, devuelve la inocencia a los caídos, la alegría a los tristes, expulsa el odio, trae la concordia, doblega a los poderosos”

Guiados por el lucero matinal que no conoce el ocaso, Cristo el Señor, que brilla sereno para el linaje humano, apliquemos el oído, oigamos lo que el Espíritu dice esta noche a su Iglesia y viviremos. Busquemos al Señor.
“Deje el malo su camino, el hombre inicuo sus pensamientos y vuélvase a Yahvé, que tiene compasión y es grande en perdonar”.

Confesemos nuestra fe, renovemos nuestra profesión de fe bautismal: ¡SOMOS HOMBRES NUEVOS, HIJOS RESCATADOS!

Demos gracias al Padre por Cristo en el Espíritu.